lunes, 30 de noviembre de 2009

LA VUELTA A LA DEMOCRACIA:

A fines de los 70 y principios de los 80, comenzó a producirse lentamente un proceso de democratización en América latina. La nuevas democracias tuvieron en común las pesadas herencias dejadas por las dictaduras militares. Miles de muertos y desaparecidos, países fuertemente endeudados y con las economías condicionadas por estas deudas que achicaban notablemente el margen de maniobra de los nuevos gobiernos a los que comenzó a denominárselos como “democracias controladas”.
Las dictaduras latinoamericanas comenzaron a dar signos de agotamiento hacia fines del ´70. En 1979, el gobierno militar ecuatoriano concedió elecciones. El mismo año, la revolución encabezada por el sandinismo derrocó al dictador nicaragüense Anastasio Somoza. En 1980 se reestableció el poder civil en Perú, Honduras en 1981 y en 1983, en Argentina. Uruguay y Brasil lo hicieron en 1985. En 1989 cayó la dictadura de Stroessner en Paraguay.
Pinochet, en Chile convocó en 1988 a un plebiscito con la intención de permanecer en el gobierno, pero fue derrotado y debió convocar a elecciones en las que venció el demócrata cristiano Patricio Aylwin, en 1990.
Sin embargo, estas renacientes democracias fueron posibles luego de la profunda derrota vivida por los sectores populares a manos del terrorismo de Estado y el capital más concentrado. La sociedad era otra: las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales habían sido mucho más profundas que las imaginadas por sus propios protagonistas.
Si bien había habido luchas antidictatoriales protagonizadas por actores tradicionales, como las huelgas obreras en el cinturón de San Pablo o de estudiantes, también se expresaron actores sociales nuevos. Aparecieron los organismos de lucha por los derechos humanos, como las
Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, las mujeres chilenas y uruguayas y sus cacerolazos, y otros movimientos políticos y culturales de resistencia. Sin embargo, todos ellos fueron débiles y no contaron con la adhesión de la mayoría de la población que había sufrido un profundo proceso de despolitización. Las dictaduras terminaron cayendo como producto de la crisis económica de la deuda externa, o por desatinos militares, como la guerra de Malvinas, en Argentina. En definitiva los gobiernos militares dejaron de ser útiles al sistema impuesto por las clases dominantes.
A pesar de las dificultades políticas de la transición, las democracias latinoamericanas consiguieron un relativo afianzamiento, no exento de frustrados intentos de desestabilización. Los gobiernos democráticos se vieron y aún se ven enfrentados a una complicada situación económica y a un deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de los latinoamericanos.
En consecuencia, las democracias en esta región luchan entre ser representantes genuinos del pueblo que las instituyen y las condiciones que le imponen los grupos de poder económico locales, en este último caso muchas veces se han encontrado siendo funcionales a los intereses de éstos.

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